Oíd… y Venid
- Escrito por Pastor Ricardo J. Iribarren
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Serie «Venid», basado en Joel 1.13c, 16, 19
Texto: Joel 1.13c, 16,19 y Lucas 21.33-35
“Ceñíos y lamentad, sacerdotes; aullad, ministros del altar; venid, dormid en sacos, ministros de mi Dios: porque quitado es de la casa de vuestro Dios el presente y la libación.... ¿No es quitado el mantenimiento de delante de nuestros ojos, la alegría y el placer de la casa de nuestro Dios?... A ti, oh Jehová, clamaré: porque fuego consumió los pastos del desierto, y llama abrasó todos los árboles del campo”. Este estudio tiene por finalidad ampliar nuestro conocimiento respecto de las consecuencias que cosechó Israel a causa de la cesación de la obediencia a los mandamientos de Dios: los cuales Dios había estipulado de su mano y su siervo Moisés enseñó al pueblo.
Las maldiciones (Deuteronomio 28.15… “Y será, si no oyeres la voz de Jehová tu Dios, para cuidar de poner por obra todos sus mandamientos y sus estatutos, que yo te intimo hoy, que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán”. - Véase también Deuteronomio 30.18-19).
Han pasado 2800 años desde que la Palabra de Jehová vino a Joel, hijo de Panael, y recorrió su fervoroso clamor hacia los ministros de Dios, diciendo: “OÍD”... En nuestros días puede oírse el llamado de Dios por medio del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, el cual no claudicó ni lo hará jamás (Lucas 21:33… “El cielo y la tierra pasarán; mas mis palabras no pasarán”). En nuestro tiempo de frustraciones… de melancolías… de desvelos por la verdad —o la mentira— para imponerla… de prácticas de la maldad sin freno alguno… del abandono de la palabra de Dios… de dejar de congregarse por y para amar los deleites del mundo y su pecado… de ser avasallados por el humanismo y/o materialismo, o cualquier otra excusa que vaya en contra de la voluntad de Dios, de apostasía y mucho más, ¡aún Sus palabras no pasarán!
Pero... ¿es que acaso no podemos discernir la anatomía del llamado: “...¡Venid!...”, que profiere el profeta? Esto es muy serio… ¡Es un llamado de Dios!... ¿Qué nos pasa al pueblo de Jesucristo? ¿Qué estamos haciendo con la santidad demandada por el Espíritu Santo? ¿Qué sermones están oyendo desde los púlpitos en vuestras iglesias? ¿Estáis dormidos? ...¡Oíd!... (“Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en virtud” - 1 Corintios 4.20). ¿O es que estamos quedándonos sordos, como si una granada de munición explotó cerca nuestro, la cual también nos cegó con su centelleo? También el ruido nos dejó sordos, nos perturbó de tal manera que andamos desorientados, perdiendo el rumbo hacia dónde caminar. Pareciera ser que ese mundo deleitoso explotó en nuestros altares de comunión con nuestro Dios (“Apartaos, apartaos, salid de ahí, no toquéis cosa inmunda; salid de en medio de ella; limpiaos los que lleváis los vasos de Jehová” - Isaías 52.11), despojándonos del alimento espiritual: barrido y tirado por completo para ser pisoteado.
Querida hermandad de la IBBM, hoy escucha; y tú que lees, sigue leyendo. Dejen todo lo que están haciendo, o deténganse de andar caminando torpemente. ¡Es hora de que reaccionen!, porque este llamado reviste carácter de emergencia (“Velad pues, orando en todo tiempo, que seáis tenidos por dignos de evitar todas estas cosas que han de venir, y de estar en pie delante del Hijo del hombre” - Lucas 21.36)… La oración y la vigilancia son necesarias para conseguir poder y fortaleza de nuestro Dios. El profeta Joel llama, a causa de lo que ha oído y visto, porque esto le preocupaba. Lo envolvía la angustia por los acontecimientos religiosos que se aproximarían, y que no se detendrían. En tristeza eleva su voz, porque las libertades que gozaba Israel están prontas a desaparecer. En ese llamado con voz de clamor y llanto —semejantes a muchos solitarios que "claman como una voz en el desierto" llamando al arrepentimiento a las gentes que se han vuelto olvidadizas del temor a Dios y sus mandamientos (“Mas ahora os he escrito, que no os envolváis, es á saber, que si alguno llamándose hermano fuere fornicario, ó avaro, ó idólatra, ó maldiciente, ó borracho, ó ladrón, con el tal ni aun comáis” - 1 Corintios 5.11) en sus ciudades y pueblos—, advertía que el juicio y la ira de Dios ciertamente llegarán. Será entonces que las vidas vacilantes se darán cuenta y seguramente clamarán. Pero… ¿serán oídos?
Lo que comparecerá va impactar en lo profundo del alma humana. Será abrasivo. Habitará el tormento del temor. La inquietud traerá desesperación… Pues las conciencias se han endurecido por todo aquello que Dios dice que es pecado. «Acudid de prisa, no os detengáis, no os distraigáis, atended»… El profeta Joel está como atalaya, que grita para despertar la atención a la condición imperante de las conductas del pueblo de Israel; no para calmar —como sí en Isaías 40.1, que dice… «CONSOLAOS, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios»—. Este llamado de Joel no es para consolar. No es eso. ¡Es un llamado gimiente, por cuanto ve venir la turbación que quitará la paz de la tierra y del corazón, allí en donde habitan, en cada ciudad o pueblo de Israel! Se percibe en todo el capítulo 1 de Joel la desesperación, agitación y ansiedad en su llamado. Porque su esperanza para el futuro se ha tornado sombría.
Este llamado, «Venid», es una invitación para los llamados: "ministros del altar de Dios". Veía Joel tiempos difíciles, de lo que no podemos imaginar. Percibía la devastación que se aproximaba.
Las escenas que describe el profeta son tan semejantes a las de hoy en día: la maldad está en su auge. El esplendor de la rebelión contra Dios es un constante desafío. La relajación moral de hacer lo que a cada uno le venga en gana no tiene límite.
La forma que describe el profeta Joel en cuanto a “dormid en cilicio” describe la manera de dormir sobre ceniza, representando de esta manera la humillación, demostrando así que el gozo se había perdido; la condición también formaba parte de hacer duelo como por un fallecido, del cual no retornaría a la vida. El «Venid» de esas palabras debería de haber golpeado las conciencias endurecidas de aquellos israelitas que no permitían que la palabra de Dios penetrara en ellas.
Buscar el arrepentimiento es lo mejor, porque sin arrepentimiento no se pueden hallar las fuerzas para soportar el castigo, ni hay coraje para enfrentar el porvenir, ni valor para hacer frente a las hostilidades; no se podrá enfrentar la devastación que se aproxima: no se puede afrontar el peso de la culpa; será quitada la ofrenda y la libación de casa de Dios; los ministros no tendrán autoridad espiritual, perderán su eficacia para guiar al pueblo de Dios al arrepentimiento. El llamado tiene carácter de absoluto, toda la tierra sufrirá, dice el verso 14.
El acontecimiento es un llamado al ayuno, a la oración, a la sabiduría (los ancianos); es un llamado a clamar a Dios sin dilación alguna. Jesús también dijo que esto acontecerá en los postreros días. Hoy la casa de Dios es el creyente mismo, donde en el altar de su corazón ministra el Espíritu Santo hacia su ser, con la palabra — como dijo Pablo en 2 Timoteo 3.16-17… “Toda Escritura es inspirada divinamente y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instituir en justicia, Para que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente instruído para toda buena obra”.
Desde hace 2021 años (Cristo fue crucificado a los 33 años de edad y resucitó), Dios ha desplegado su misericordia, pasando por alto los tiempos de nuestra ignorancia, llamando a todos los humanos al arrepentimiento… ¡Pues, entonces, este es el tiempo de gracia para usted! Aunque su paciencia (de Dios) tiene límites para tolerar lo malo, y reprende y castiga al morador de la tierra, aún es tiempo hoy de gracia de Su parte. ¡Amén!
Pastor, Ricardo Iribarren
Fin de la primera parte. Este mensaje continuará…
Devocional elaborado y escrito por el pastor Ricardo Iribarren
(Biblia consultada: Reina Valera 1909 - Versículos en forma textual)