Lo Temporal y Lo Eterno
- Escrito por Pastor Ricardo J. Iribarren
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Texto: "Las cosas que se ven son temporales, mientras que las que no se ven son eternas" 2 Corintios 4.18.
Lo primero que quiero resaltar es lo siguiente: vivimos en un mundo donde todas las cosas son temporales y tarde o temprano llegarán a su fin.
Aunque estas verdades suenen humillantes y dolorosas, es bueno para todos nosotros comprenderlas y guardarlas en nuestros corazones. Las casas en donde vivimos, los hogares que amamos, las riquezas que atesoramos, las profesiones que seguimos, los planes que hacemos, las relaciones que emprendemos: todo esto solo es temporal… "las cosas que se ven son temporales". "El orden presente de este mundo está pasando".
El estado invisible de existencia yace detrás de la tumba; es eterno. Si sea feliz o miserable, si sea una condición de gozo o dolor, en un aspecto será totalmente distinto a este mundo: es por siempre. Sea como fuere, allí no habrá cambio o decaimiento, ni fin, ni adiós, ni mañanas, ni noches, ni ninguna alteración ni aniquilación. Cuando la última trompeta sea sonada, y los muertos sean levantados, cualquier cosa que haya más allá del sepulcro, será infinito, interminable y eterno. "las cosas que no se ven son eternas".
En primer lugar, fijemos en nuestras mentes que la futura felicidad de aquellos que son salvos es eterna. Aunque no comprendamos mucho de esto, es algo que no tendrá fin, nunca cesará, nunca pasará, nunca envejecerá, nunca decaerá, nunca morirá. "A la diestra de Dios hay delicias para siempre" (Salmo 16.11). Una vez llegados al paraíso, los santos de Dios nunca más lo abandonarán. La herencia es "incorruptible, incontaminable e inmarchitable. "Ellos recibirán "la inmarchitable corona de gloria"
Su guerra habrá terminado, su lucha habrá culminado, su trabajo habrá sido completado. No padecerán más hambre ni tendrán sed. Están viajando hacia "un eterno peso de gloria", hacia un hogar que nunca será dividido, una reunión sin despedida, una familia que nunca será separada, un día sin noche. La fe será transformada en algo visible y la esperanza en certeza. Ellos verán como habían sido vistos, conocerán como habían sido conocidos y así estarán "siempre con el Señor". No me sorprende que el apóstol Pablo haya añadido: "Alentaos los unos a los otros con estas palabras" (1 Tesalonicenses 4:17,18).
En segundo lugar, fijemos nuestras mentes en la futura miseria de aquellos que finalmente están perdidos… es eterna. Esta es una horrible verdad, lo sé, la carne naturalmente se contrae al reflexionar sobre esto. Sin embargo, yo soy alguien que cree que las Escrituras lo muestran claramente y no me atrevería a obviarlo en las predicaciones. El énfasis está siempre puesto en ello.
Nuestro estado en el mundo invisible de la eternidad depende de lo que somos actualmente. La vida que vivimos sobre la tierra es corta y pasará rápidamente. Sin embargo, tan corta que sea nuestra vida aquí, que es como la anatomía de un deseo, y tan infinita que será en el más allá, hablando en una sinécdoque: es un pensamiento extraordinario que la eternidad depende de este período. Humanamente hablando, nuestra suerte después de la muerte depende de lo que somos mientras vivimos. Escrito está que Dios "recompensará a cada uno conforme a sus obras; vida eterna a los que por su perseverancia en las buenas obras buscan gloria, honra e incorrupción; pero enojo e ira a los contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia" (Romanos 2:6-8).
El Señor Jesucristo es el gran amigo a quien todos tenemos que acudir por ayuda, tanto ahora como en la eternidad. El propósito por el cual el Hijo de Dios vino al mundo nunca podrá ser declarado o proclamado excesivamente. El vino para darnos esperanza y paz mientras vivimos entre "Las cosas que se ven, que son temporales", y la gloria y felicidad cuando entremos "en las cosas que se ven, y son eternas".
Nuestro Señor Jesucristo adquirió estos eternos privilegios para nosotros a costa de su preciosa sangre. Se convirtió en nuestro substituto y cargó nuestros pecados en su propio cuerpo en la cruz, y después resucitó para nuestra justificación. "Él padeció por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios". Él, quien no conoció pecado, fue hecho pecado por nosotros, para que nosotros, pobres criaturas pecaminosas, pudiésemos pedir perdón y justificación mientras vivimos, y gloria y felicidad cuando muramos.
Fijemos todos en nuestras mentes que el único camino para pasar por "las cosas que se ven con comodidad y esperar las cosas que se ven" sin temor, es teniendo a Cristo como nuestro Salvador todo suficiente y amigo; asiéndonos de Cristo por fe, haciéndonos uno con Cristo y teniendo a Cristo en nosotros; y entre tanto vivamos en este cuerpo, viviendo la vida de fe en el Hijo de Dios.
Curso de Acción:
Amigo, amiga, en vista de las cosas que se ven nos depara un constante desequilibrio, nuestra vida se va marchitando a pesar de todo esfuerzo por conservarla. El tiempo pasa rápidamente. Urgentemente debemos de considerar lo "temporal". Esto nos lleva a que consideremos resolverlo hoy; pues tan lleno de afinidades es el hoy que todos los días nos acontece algo… Entonces, sin demora ¡debemos echar mano de la única solución para aliviar la tensión de la espera y lograr así el mejor resultado que nos anticipará un buen final! Debes estar dispuesto, dispuesta, a reconocer tu estado ante Dios y, acercándote a Él, pídele que te conceda el perdón de todos tus pecados, y que el señor Jesucristo sea tu Salvador todo suficiente, quien te dará lo eterno: "la vida eterna". ¡Amén!
Oramos:
Dios eterno, nos acercamos a ti buscando de tu misericordia; porque sé que siendo pecador, pecadora, mi oportunidad única de salvación solo viene de ti. Ningún mérito propio puedo exhibir ante ti. Mi camino de errante me conduce ante ti. No puedo justificarme de haberte tenido lejos de mi mente y de mi corazón porque te reemplacé por otras cosas; cosas temporales, que me arrepiento de haber vivido: pues estuve disipando mi vida en todas estas cosas transitorias, efímeras, de la cuales no podría jamás sacar ningún provecho; y te he deshonrado con ellas. Te ruego me perdones de mis pecados y me limpies de toda maldad con la sangre preciosa que Jesucristo derramó por mí en la cruz de su calvario. Acéptame como tu hijo, hija. Concédeme la vida eterna a tu lado para siempre. Se haga en mí tu voluntad. Te lo imploro en el nombre de Jesús, tu amado Hijo. Amén.
Dios los bendiga ricamente. Pastor, Ricardo J. Iribarren
Mensaje elaborado y escrito por el pastor Ricardo J. Iribarren